Una de las constantes de la obra de Teresa Cito ha sido la rememoración metafórica de los ámbitos y los factores que han contribuido en la construcción de su identidad. Sus series de pinturas que han combinado recursos del graffiti y de la figuración rupestre se iniciaron confrontando lo que fue y lo que es, para luego adentrarse en la relacion entre el origen de la vida, especialmente de los organismos primarios y la creciente amenaza de su extinción.
Por ello, el Museo del Chopo, tan entrañado en la vinculación personal de Teresa Cito con la Ciudad de México, a la que llegó procedente de Italia en 1962, es el espacio ideal para conjugar su recuerdo de lo que fue una "guardería" de fósiles animales o de vestigios de la "fuente de la vida" y lo que es hoy un edificio legendario dentro del cual se gestó otro edificio consagrado a la exposición de arte contemporáneo, ocupando el lugar que alojó por muchos años la osamenta de un dinosaurio. De allí que la historia y las transformaciones de este espacio sirvan como inductores del significado de esta instalación planteada originalmente como un testimonio afectivo.
Así que estos dibujos de animales instalados a manera de especímenes auténticos en las vitrinas originales del antiguo Chopo y de objetos que como larvas figuradas remiten a sus formas de reproducción, no sólo conllevan nostalgia por lo que fue un museo de historia natural a través de formas de vida potencialmente destinadas a ser especímenes fósiles de museo, sino un voto por lo que debe seguir siendo —la vida animal—, sin la cual no habrá vida en lo absoluto.
Luis Carlos Emerich